Marta no entendía lo que pasaba. Bajó la cabeza y una lágrima se deslizó de sus ojos hasta llegar a sus mejillas. No podía ser cierto, no entendía exactamente lo que sus oídos percibían, escuchaba un murmullo, la vista se le nublaba, pudo distinguir una voz que le decia:
-Marta, cariño... Estás bien?
Esa dulce voz, que cada mañana le despertaba, la que le recitaba esos versos de poesía infantil...
A medida que pasaban los minutos y los segundos iba perdiendo esa voz, cada vez distinguía menos lo que le decían, hasta que Marta se introdujo en un profundo sueño.
2 comentarios:
¡Me gusta, me gusta! Falta trabajar matices, pero es un texto muy juanramoniano; ay cuán perfecta la sencillez.
Bicos escritora.
Me gusta mucho el diseño de tu blog =) Sigue así!
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